jueves, 26 de noviembre de 2009

Evangelio Jueves 26-11-09, Lucas 21, 20-28

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando vean a Jerusalén sitiada por un ejército, sepan que se aproxima su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que estén en la ciudad, que se alejen de ella; los que estén en el campo, que no vuelvan a la ciudad; porque esos días serán de castigo para que se cumpla todo lo que está escrito.

¡Pobres de las que estén embarazadas y de las que estén criando en aquellos días! Porque vendrá una gran calamidad sobre el país y el castigo de Dios se descargará contra este pueblo. Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que se cumpla el plazo que Dios les ha señalado.

Habrá señales prodigiosas en el sol, en la luna y en las estrellas. En la tierra las naciones se llenarán de angustia y de miedo por el estruendo de las olas del mar; la gente se morirá de terror y de angustiosa espera por las cosas que vendrán sobre el mundo, pues hasta las estrellas se bambolearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube, con gran poder y majestad. Cuando estas cosas comiencen a suceder, pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación

Reflexión

Este evangelio en sus últimos versículos nos presenta la actitud que el cristiano debe tener ante el fin del mundo. Para el cristiano, como diría san Pablo: "la vida es Cristo y la muerte una ganancia". El cristiano vive gozosamente la llegada del Reino (cuando esta sea) pues para él, la llegada de Cristo es el momento más gozoso y esperado. Este encuentro con Aquel a quien tanto se ha amado y por quien tanto se puede haber sufrido es el momento más precioso del cristiano. Este momento puede ocurrir de manera particular, es decir, cuando una persona muere, o de manera colectiva, que será la llegada definitiva de Cristo. No sabemos qué ocurrirá primero. Los cristianos del tiempo de Lucas pensaban que era inminente, pero Jerusalén fue totalmente destruida (la profecía cumplida) y todavía estamos esperando. Vivamos pues alegremente y con una esperanza llena de optimismo en el amor de Aquel que nos espera en la casa del Padre.

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