martes, 1 de diciembre de 2009

Evangelio Martes 1-12-09, Lucas 10, 21-24

En aquella misma hora Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y
exclamó: "¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y
las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te
ha parecido bien! Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce
quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y
aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".

Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: "Dichosos los ojos que
ven lo que ustedes ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes
quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes
oyen y no lo oyeron".

Reflexión

Estas palabras de Jesús nos las podemos aplicar todos los cristianos,
ya que nuestros ojos ven y nuestros oídos pueden oír la realidad del
Reino presente entre nosotros. Dios nos ha revelado en su Hijo el gran
amor que nos tiene, y es ahora el Hijo quien nos revela al Padre, y
con él somos capaces de experimentar el amor de Dios en nuestras
vidas. Sin embargo, este conocimiento y esta vida de Dios en nosotros,
la experiencia del Reino no es aún completa y definitiva: aun puede y
debe crecer. Crecerá en la medida que seamos como los niños, teniendo
una mirada inocente y transparente para mirar al mundo.

¿Porque debemos pensar siempre mal de los demás? Dejemos el juicio a
Dios y veamos mejor las cosas buenas y positivas de los demás (que
generalmente son muchas más que las negativas).

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