martes, 5 de enero de 2010

Evangelio Martes 5-1-10, san Marcos (6, 34-44)

En aquel tiempo, al desembarcar Jesús, vio una numerosa multitud que lo estaba esperando, y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
Cuando ya atardecía, se acercaron sus discípulos y le dijeron: "Estamos en despoblado y ya es muy tarde. Despide a la gente para que vayan por los caseríos y poblados del contorno y compren algo de comer".
El les replicó: "Denles ustedes de comer". Ellos le dijeron: "¿Acaso vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?" El les preguntó: "¿Cuántos panes tienen? Vayan a ver". Cuando lo averiguaron, le dijeron: "Cinco panes y dos pescados".
Entonces ordenó Jesús que la gente se sentara en grupos sobre la hierba verde y se acomodaron en grupos de cien y de cincuenta. Tomando los cinco panes y los dos pescados, Jesús alzó los ojos al cielo, bendijo a Dios, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran; lo mismo hizo con los dos pescados.
Comieron todos hasta saciarse, y con las sobras de pan y de pescado que recogieron llenaron doce canastos. Los que comieron fueron cinco mil hombres.

Palabra del Señor.

Reflexión

Proclamar que Dios es amor, y no vivir de manera efectiva esa proclamación, no tiene sentido y se convierte en una frase hueca, carente de vida. El Cristianismo es una experiencia religiosa, centrada en la historia. No se puede vivir en el Cristianismo de espalda a la realidad que vive el pueblo. El Evangelio nos llama la atención sobre la vivencia profunda de la solidaridad. La orden de Jesús a sus discípulos es categórica: "denle ustedes de comer". ¡Qué difícil suena esta orden! Jesús invita a sus amigos más íntimos a un compromiso sincero y solidario con aquellos que lo buscan y le siguen. Jesús sabe que la palabra y la acción conllevan a conflictos, problemas y contradicciones a nivel personal y comunitario. Ayer como hoy, la falta de solidaridad sigue gobernando las relaciones que establecemos con nuestros hermanos. Jesús golpea fuertemente la estructura egoísta de aquellos que le seguían en la intimidad. No es posible confesar a Jesús como Señor y no vivir con corazón sincero una práctica nueva y alternativa que destruya el egoísmo. Jesús nos sigue interpelando y nos exige hacer el gran milagro de la historia: la solidaridad. ¡Es la hora de poner en marcha la esencia cristiana!

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