jueves, 11 de febrero de 2010

Evangelio Jueves 12-2-10, Marcos 7,24-30

«Y partiendo de allí se fue hacia la región de Tiro y de Sidón. Y habiendo entrado en una casa deseaba que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto. Al punto, en cuanto oyó hablar de él una mujer cuya hija tenía un espíritu inmundo, entró y se echó a sus pies. La mujer era griega, sirofenicia de origen. Y le rogaba que expulsara de su hija al demonio.

Y le dijo: Deja que primero se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos. Ella respondió diciendo: Señor también los perrillos comen debajo de la mesa las migajas de los hijos. Y le dijo: Por esto que has dicho, vete, el demonio ha salido de tu hija. Y al regresar a su casa encontró a la niña echada en la cama, y que el demonio había salido.» Reflexión

I. En el Evangelio de la Misa (Marcos 7, 24-30) contemplamos a Jesús que se conmueve ante la mujer cananea que le pide la curación de su hija. Aquella mujer alcanzó lo que quería y se ganó el corazón del Maestro. Es un ejemplo para nosotros; en su oración se hallan resumidas las condiciones de toda petición: fe, humildad, perseverancia y confianza. Enseña Santo Tomás que la verdadera oración es infaliblemente eficaz, porque Dios, que nunca se vuelve atrás, ha decretado que así sea (Suma Teológica).

El Señor mismo nos dijo que siempre y en todo lugar nuestras oraciones hechas con rectitud de intención llegan hasta Él y las atiende: si entre vosotros un hijo pide pan a su padre, ¿acaso le dará una piedra? O si pide un pez, ¿le dará una serpiente? ¡Cuánto más vuestro Padre, que está en los cielos... ! (Lucas 11, 11-13) Cuando pidamos algún don, hemos de pensar que somos hijos de Dios, y Él está infinitamente más atento hacia nosotros que el mejor padre de la tierra hacia su hijo más necesitado.


II. A medida que intensificamos nuestra petición identificamos nuestra voluntad con la de Dios, que es Quien verdaderamente conoce nuestra penuria y escasez. Él nos hace esperar en ocasiones para disponernos mejor, para que deseemos esas gracias con más hondura y fervor; otras veces rectifica nuestra petición y nos concede lo que verdaderamente necesitamos, y otras veces no nos concede lo que pedimos porque, sin darnos cuenta quizá, estamos pidiendo un mal que nuestra voluntad ha revestido de bien.

Nuestra oración debe ser confiada, como quien pide a su padre; y serena, porque Dios sabe bien las necesidades que padecemos. La confianza nos mueve a pedir con perseverancia, aunque aparentemente el Señor no nos escuche. Al pedir, nos confortan las palabras de Jesús: En verdad os digo que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, si tenéis fe, os lo concederá (Juan 16, 23)


III. El Señor sabe de nuestras necesidades materiales, Él mismo nos enseñó a rogar: el pan nuestro de cada día dánosle hoy... El primer milagro que hizo Jesús fue de carácter material. Sin embargo, por muchas y muy urgentes que sean las limitaciones y privaciones materiales, tenemos siempre más necesidad de los bienes sobrenaturales. Pedimos los bienes temporales en la medida que son útiles para la salvación y en la medida que están subordinados a los sobrenaturales.

La Virgen Nuestra Madre enderezará todas las peticiones que no sean del todo rectas. En el Santo Rosario tenemos una arma poderosa. No lo dejemos.

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