viernes, 12 de febrero de 2010

Evangelio Viernes 12-02-10, Marcos 7, 31-37

En aquel tiempo, salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Él lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo: "¡Effetá!" (que quiere decir "¡Ábrete!"). Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad.

Él les mandó que no le dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más insistencia lo proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: "¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos".

Reflexión

Este pasaje nos muestra de manera indirecta los dos elementos fundamentales de la construcción del Reino: oír y hablar. Es necesario oír la palabra de Dios para luego poder hablar de ella. ¿Cómo conocerán a Dios si nadie les habla de él y cómo les hablará alguien que nunca ha escuchado la buena noticia del Evangelio?

Por ello, Jesús no duda en hacer las dos cosas: Abre los oídos del sordo y le destraba la lengua para que pueda hablar. Ahora él mismo se ha convertido en un testigo del amor de Dios, y por ello, como dirá el apóstol san Juan en su primera Carta, puede dar testimonio de lo que ha visto y de lo que ha oído.

Si hoy no hay muchos que hablen de Jesús es porque tienen sus oídos cerrados y su lengua trabada. Pidamos hoy al Señor que abra nuestros oídos a su palabra y nos desate la lengua para anunciar a nuestros compañeros y vecinos, la buena noticia del Evangelio.

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