En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal’. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano "imbécil", será reo ante el Sanedrín; y el que le llame "renegado", será reo de la gehenna de fuego.
»Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo».
Reflexión
Deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano
Hoy, el Señor, al hablarnos de lo que ocurre en nuestros corazones, nos incita a convertirnos. El mandamiento dice «No matarás» (Mt 5,21), pero Jesús nos recuerda que existen otras formas de privar de la vida a los demás. Podemos privar de la vida a los demás abrigando en nuestro corazón una ira excesiva hacia ellos, o al no tratarlos con respeto e insultarlos («imbécil»; «renegado»: cf. Mt 5,22).
El Señor nos llama a ser personas íntegras: «Deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano» (Mt 5,24), es decir, la fe que profesamos cuando celebramos la Liturgia debería influir en nuestra vida cotidiana y afectar a nuestra conducta. Por ello, Jesús nos pide que nos reconciliemos con nuestros enemigos. Un primer paso en el camino hacia la reconciliación es rogar por nuestros enemigos, como Jesús solicita. Si se nos hace difícil, entonces, sería bueno recordar y revivir en nuestra imaginación a Jesucristo muriendo por aquellos que nos disgustan. Si hemos sido seriamente dañados por otros, roguemos para que cicatrice el doloroso recuerdo y para conseguir la gracia de poder perdonar. Y, a la vez que rogamos, pidamos al Señor que retroceda con nosotros en el tiempo y lugar de la herida —reemplazándola con su amor— para que así seamos libres para poder perdonar.
En palabras de Benedicto XVI, «si queremos presentaros ante Él, también debemos ponernos en camino para ir al encuentro unos de otros. Por eso, es necesario aprender la gran lección del perdón: no dejar que se insinúe en el corazón la polilla del resentimiento, sino abrir el corazón a la magnanimidad de la escucha del otro, abrir el corazón a la comprensión, a la posible aceptación de sus disculpas y al generoso ofrecimiento de las propias».
viernes, 26 de febrero de 2010
jueves, 25 de febrero de 2010
Evangelio Jueves 25-2-10, Mateo 7, 7-12
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al llama, se le abrirá. ¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra;o si le pide un pez, le dé una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan! Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas.
Reflexión
Pedid, Buscad, Llamad...
El camino de la Cuaresma es ante todo de conversión. Es una invitación a que regresemos a la casa del Padre. En cierto modo, se trata de que ya no sea sólo Dios quien tenga que salir a nuestro encuentro, sino que también nosotros le busquemos a Él.
“Pedid y se os dará”. En esta Cuaresma podemos acercarnos con plena a confianza a Dios, para presentarle nuestras necesidades, para decirle que no podemos hacer nada sin su ayuda. “Buscad y encontraréis”. Buscarle a Él, que se esconde detrás del pan y el vino eucarísticos, para alimentarnos; detrás de sus ministros, los sacerdotes, para darnos el perdón de nuestros pecados; detrás del rostro de cada persona, de cada circunstancia de la vida. Cuando nos encontramos con Dios, hacemos la experiencia de la verdadera felicidad. “Llamad y se os abrirá”. Tocar a la puerta de su corazón, con insistencia y sin temor. Porque necesitamos entrar; salir de nosotros mismos, para gozar de la dicha de vivir con Él
En toda búsqueda hay algo inquietante, misterioso. No se tiene la certeza del éxito. Pero en nuestro caso no es así. Cristo nos promete el éxito y nos asegura que no es muy bueno para esconderse. Le gusta dejarse encontrar.
Reflexión
Pedid, Buscad, Llamad...
El camino de la Cuaresma es ante todo de conversión. Es una invitación a que regresemos a la casa del Padre. En cierto modo, se trata de que ya no sea sólo Dios quien tenga que salir a nuestro encuentro, sino que también nosotros le busquemos a Él.
“Pedid y se os dará”. En esta Cuaresma podemos acercarnos con plena a confianza a Dios, para presentarle nuestras necesidades, para decirle que no podemos hacer nada sin su ayuda. “Buscad y encontraréis”. Buscarle a Él, que se esconde detrás del pan y el vino eucarísticos, para alimentarnos; detrás de sus ministros, los sacerdotes, para darnos el perdón de nuestros pecados; detrás del rostro de cada persona, de cada circunstancia de la vida. Cuando nos encontramos con Dios, hacemos la experiencia de la verdadera felicidad. “Llamad y se os abrirá”. Tocar a la puerta de su corazón, con insistencia y sin temor. Porque necesitamos entrar; salir de nosotros mismos, para gozar de la dicha de vivir con Él
En toda búsqueda hay algo inquietante, misterioso. No se tiene la certeza del éxito. Pero en nuestro caso no es así. Cristo nos promete el éxito y nos asegura que no es muy bueno para esconderse. Le gusta dejarse encontrar.
miércoles, 24 de febrero de 2010
Evangelio Miercoles 23-02-10, Lucas 11, 29-32
«Habiéndose reunido una gran muchedumbre, comenzó a decir: Esta generación es una generación perversa; busca una señal y no se le dará otra sino la señal de Jonás. Porque así como Jonás fue señal para los habitantes de Nínive, del mismo modo lo será también el Hijo del Hombre para esta generación.
La reina del Mediodía se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y los condenará; porque ella vino de los extremos de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, pero mirad que aquí hay algo más que Salomón. Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán, porque ellos hicieron penitencia ante la predicación de Jonás; pero mirad que aquí hay algo más que Jonás.» (Lucas 11, 29-32)
Reflexion
I. Jesús, Jonás llama al arrepentimiento en Nínive, y los habitantes de esa ciudad creen en él y hacen penitencia. Pero Tú eres «más que Jonás». Tú eres el Hijo de Dios, eres Dios. Y en este tiempo de Cuaresma me pides más penitencia, para purificar mis pecados y los pecados de todos los hombres. ¿Qué he hecho en esta primera semana? ¿Me he concretado alguna mortificación especial para ofrecértela cada día? ¿Me he propuesto rezar un poco más? ¿He procurado servir más a los que me rodean? ¿Cómo aprovecho mi trabajo para tenerte presente y presentarte a los demás?
Hay gente que gasta su vida buscando la sabiduría y la verdad con gran esfuerzo. «Pero mirad que aquí hay algo más que Salomón». Tú eres la misma Sabiduría, porque eres Dios. A pesar de todo, cómo me cuesta obedecer tus mandamientos, cómo me cuesta seguir los consejos de los ministros de tu Iglesia. Prefiero seguir mis ideas pequeñitas porque las entiendo más fácilmente, o porque me exigen menos esfuerzo.
Ayúdame Jesús a no pedirte tanta señal y, en cambio, que me decida a obedecerte más. Que me deje exigir en la dirección espiritual; que ponga empeño en cumplir esos propósitos que hago en la oración o esos consejos que me dice el director espiritual.
II.«Señales inequívocas de la verdadera Cruz de Cristo: la serenidad, un hondo sentimiento de paz, un amor dispuesto a cualquier sacrificio, una eficacia grande que dimana del mismo Costado de Jesús, y siempre -de modo evidente- la alegría: una alegría que procede de saber que, quien se entrega de veras, está junto a la Cruz y, por consiguiente, junto a Nuestro Señor» (Forja 772). «Así como Jonás fue señal para los habitantes de Nínive, del mismo modo lo será también el Hijo del Hombre para esta generación».
Jesús, Tú eres señal para el mundo; Tú me has dado una señal clara: la señal de la Cruz, que es la señal del cristiano. «Para llegar a Dios, Cristo es el Camino; pero Cristo está en la Cruz» (Vía Crucis.- X estación).
Jesús, en este tiempo de Cuaresma quiero verte en la Cruz y preguntarte muchas veces: ¿Por qué estás ahí? ¿Cómo puede ser que me quieras tanto y yo, en cambio, me olvide de Ti? Jesús, viéndote clavado en la Cruz, que es señal de lo que me quieres, me pregunto: ¿es mi amor un amor dispuesto a cualquier sacrificio? A veces no. A veces veo que me pides más esfuerzo en el trabajo, más sacrificio y generosidad a la hora de encontrar tiempo para ir a Misa o para hacer cada día la oración, más mortificación en los sentidos. Ayúdame desde la Cruz a ser generoso, a no dejarme llevar por la comodidad o por la pereza.
Jesús, cuando me cueste obedecerte, he de volver mi mirada a la Cruz. Allí encontraré la fuerza que necesito para seguir adelante. «Díjome una vez (el Señor), que no era obedecer si no estaba determinada a padecer; que pusiese los ojos en lo que Él había padecido y todo se me haría fácil» (Santa Teresa).
Jesús, los frutos de seguir tu señal, de vivir pegado a tu Cruz, son inequívocos: «la serenidad, un hondo sentimiento de paz, un amor dispuesto a cualquier sacrificio, una eficacia grande, una alegría profunda, porque procede de saber que, quien se entrega de veras, está junto a la Cruz y por consiguiente, junto a Ti.» (Forja.-772).
La reina del Mediodía se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y los condenará; porque ella vino de los extremos de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, pero mirad que aquí hay algo más que Salomón. Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán, porque ellos hicieron penitencia ante la predicación de Jonás; pero mirad que aquí hay algo más que Jonás.» (Lucas 11, 29-32)
Reflexion
I. Jesús, Jonás llama al arrepentimiento en Nínive, y los habitantes de esa ciudad creen en él y hacen penitencia. Pero Tú eres «más que Jonás». Tú eres el Hijo de Dios, eres Dios. Y en este tiempo de Cuaresma me pides más penitencia, para purificar mis pecados y los pecados de todos los hombres. ¿Qué he hecho en esta primera semana? ¿Me he concretado alguna mortificación especial para ofrecértela cada día? ¿Me he propuesto rezar un poco más? ¿He procurado servir más a los que me rodean? ¿Cómo aprovecho mi trabajo para tenerte presente y presentarte a los demás?
Hay gente que gasta su vida buscando la sabiduría y la verdad con gran esfuerzo. «Pero mirad que aquí hay algo más que Salomón». Tú eres la misma Sabiduría, porque eres Dios. A pesar de todo, cómo me cuesta obedecer tus mandamientos, cómo me cuesta seguir los consejos de los ministros de tu Iglesia. Prefiero seguir mis ideas pequeñitas porque las entiendo más fácilmente, o porque me exigen menos esfuerzo.
Ayúdame Jesús a no pedirte tanta señal y, en cambio, que me decida a obedecerte más. Que me deje exigir en la dirección espiritual; que ponga empeño en cumplir esos propósitos que hago en la oración o esos consejos que me dice el director espiritual.
II.«Señales inequívocas de la verdadera Cruz de Cristo: la serenidad, un hondo sentimiento de paz, un amor dispuesto a cualquier sacrificio, una eficacia grande que dimana del mismo Costado de Jesús, y siempre -de modo evidente- la alegría: una alegría que procede de saber que, quien se entrega de veras, está junto a la Cruz y, por consiguiente, junto a Nuestro Señor» (Forja 772). «Así como Jonás fue señal para los habitantes de Nínive, del mismo modo lo será también el Hijo del Hombre para esta generación».
Jesús, Tú eres señal para el mundo; Tú me has dado una señal clara: la señal de la Cruz, que es la señal del cristiano. «Para llegar a Dios, Cristo es el Camino; pero Cristo está en la Cruz» (Vía Crucis.- X estación).
Jesús, en este tiempo de Cuaresma quiero verte en la Cruz y preguntarte muchas veces: ¿Por qué estás ahí? ¿Cómo puede ser que me quieras tanto y yo, en cambio, me olvide de Ti? Jesús, viéndote clavado en la Cruz, que es señal de lo que me quieres, me pregunto: ¿es mi amor un amor dispuesto a cualquier sacrificio? A veces no. A veces veo que me pides más esfuerzo en el trabajo, más sacrificio y generosidad a la hora de encontrar tiempo para ir a Misa o para hacer cada día la oración, más mortificación en los sentidos. Ayúdame desde la Cruz a ser generoso, a no dejarme llevar por la comodidad o por la pereza.
Jesús, cuando me cueste obedecerte, he de volver mi mirada a la Cruz. Allí encontraré la fuerza que necesito para seguir adelante. «Díjome una vez (el Señor), que no era obedecer si no estaba determinada a padecer; que pusiese los ojos en lo que Él había padecido y todo se me haría fácil» (Santa Teresa).
Jesús, los frutos de seguir tu señal, de vivir pegado a tu Cruz, son inequívocos: «la serenidad, un hondo sentimiento de paz, un amor dispuesto a cualquier sacrificio, una eficacia grande, una alegría profunda, porque procede de saber que, quien se entrega de veras, está junto a la Cruz y por consiguiente, junto a Ti.» (Forja.-772).
martes, 23 de febrero de 2010
Evangelio Martes 23-2-10, Mateo 6, 7-15
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando ustedes hagan oración no hablen mucho, como los paganos, que se imaginan que a fuerza de mucho hablar, serán escuchados. No los imiten, porque el Padre sabe lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes, pues, oren así:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu Reino,
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación
y líbranos del mal.
Si ustedes perdonan las faltas a los hombres, también a ustedes los perdonará el Padre celestial. Pero si ustedes no perdonan a los hombres, tampoco el Padre les perdonará a ustedes sus faltas".
Reflexión
Quisiera hoy centrar nuestra reflexión sobre el perdón. Ante todo, debemos entender que el perdón no es un sentimiento, sino: UN ACTO DE LA VOLUNTAD. Cuando una persona nos ofende, se crea en nosotros un "sentimiento" (generalmente de resentimiento, pudiendo incluso llegar al odio) del cual, de manera ordinaria, no podemos tener control, pues responde a una acción que toca un área "espiritual" (lo mismo podemos decir para el amor, la envidia, etc.). Este sentimiento se incrementará con la repetición de acciones semejantes a las que lo crearon, y/o reaccionando de acuerdo con el "impulso" natural de este sentimiento (en este caso, sería la agresión); en cambio, disminuirá, pudiendo llegar a desaparecer, con una respuesta contraria a la que el sentimiento genera.
Perdonar es la decisión que el hombre toma de no reaccionar conforme al sentimiento, sino por el contrario, buscar la acción que pueda ayudar a que esta desaparezca, como puede ser una sonrisa, el servicio, la cortesía, etc. Por ello el perdón exige renuncia, renuncia a nosotros mismos, a nuestro afán de venganza, a actuar conforme a nuestra pasión. En pocas palabras, perdonar es devolver bien a cambio de mal. Sólo si nosotros perdonamos, tendremos también el perdón de Dios, y más aún: experimentaremos la verdadera alegría de amar. No es fácil, pero todo es posible con la gracia de Dios.
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu Reino,
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación
y líbranos del mal.
Si ustedes perdonan las faltas a los hombres, también a ustedes los perdonará el Padre celestial. Pero si ustedes no perdonan a los hombres, tampoco el Padre les perdonará a ustedes sus faltas".
Reflexión
Quisiera hoy centrar nuestra reflexión sobre el perdón. Ante todo, debemos entender que el perdón no es un sentimiento, sino: UN ACTO DE LA VOLUNTAD. Cuando una persona nos ofende, se crea en nosotros un "sentimiento" (generalmente de resentimiento, pudiendo incluso llegar al odio) del cual, de manera ordinaria, no podemos tener control, pues responde a una acción que toca un área "espiritual" (lo mismo podemos decir para el amor, la envidia, etc.). Este sentimiento se incrementará con la repetición de acciones semejantes a las que lo crearon, y/o reaccionando de acuerdo con el "impulso" natural de este sentimiento (en este caso, sería la agresión); en cambio, disminuirá, pudiendo llegar a desaparecer, con una respuesta contraria a la que el sentimiento genera.
Perdonar es la decisión que el hombre toma de no reaccionar conforme al sentimiento, sino por el contrario, buscar la acción que pueda ayudar a que esta desaparezca, como puede ser una sonrisa, el servicio, la cortesía, etc. Por ello el perdón exige renuncia, renuncia a nosotros mismos, a nuestro afán de venganza, a actuar conforme a nuestra pasión. En pocas palabras, perdonar es devolver bien a cambio de mal. Sólo si nosotros perdonamos, tendremos también el perdón de Dios, y más aún: experimentaremos la verdadera alegría de amar. No es fácil, pero todo es posible con la gracia de Dios.
lunes, 22 de febrero de 2010
Evangelio Lunes 22-2-10, Mt 16,13-19
En aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».
Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».
Reflexión
Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia
Hoy celebramos la Cátedra de san Pedro. Desde el siglo IV, con esta celebración se quiere destacar el hecho de que —como un don de Jesucristo para nosotros— el edificio de su Iglesia se apoya sobre el Príncipe de los Apóstoles, quien goza de una ayuda divina peculiar para realizar esa misión. Así lo manifestó el Señor en Cesarea de Filipo: «Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18). En efecto, «es escogido sólo Pedro para ser antepuesto a la vocación de todas las naciones, a todos los Apóstoles y a todos los padres de la Iglesia» (San León Magno).
Desde su inicio, la Iglesia se ha beneficiado del ministerio petrino de manera que san Pedro y sus sucesores han presidido la caridad, han sido fuente de unidad y, muy especialmente, han tenido la misión de confirmar en la verdad a sus hermanos.
Jesús, una vez resucitado, confirmó esta misión a Simón Pedro. Él, que profundamente arrepentido ya había llorado su triple negación ante Jesús, ahora hace una triple manifestación de amor: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo» (Jn 21,17). Entonces, el Apóstol vio con consuelo cómo Jesucristo no se desdijo de él y, por tres veces, lo confirmó en el ministerio que antes le había sido anunciado: «Apacienta mis ovejas» (Jn 21,16.17).
Esta potestad no es por mérito propio, como tampoco lo fue la declaración de fe de Simón en Cesarea: «No te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos» (Mt 16,17). Sí, se trata de una autoridad con potestad suprema recibida para servir. Es por esto que el Romano Pontífice, cuando firma sus escritos, lo hace con el siguiente título honorífico: Servus servorum Dei.
Se trata, por tanto, de un poder para servir la causa de la unidad fundamentada sobre la verdad. Hagamos el propósito de rezar por el Sucesor de Pedro, de prestar atento obsequio a sus palabras y de agradecer a Dios este gran regalo.
Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».
Reflexión
Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia
Hoy celebramos la Cátedra de san Pedro. Desde el siglo IV, con esta celebración se quiere destacar el hecho de que —como un don de Jesucristo para nosotros— el edificio de su Iglesia se apoya sobre el Príncipe de los Apóstoles, quien goza de una ayuda divina peculiar para realizar esa misión. Así lo manifestó el Señor en Cesarea de Filipo: «Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18). En efecto, «es escogido sólo Pedro para ser antepuesto a la vocación de todas las naciones, a todos los Apóstoles y a todos los padres de la Iglesia» (San León Magno).
Desde su inicio, la Iglesia se ha beneficiado del ministerio petrino de manera que san Pedro y sus sucesores han presidido la caridad, han sido fuente de unidad y, muy especialmente, han tenido la misión de confirmar en la verdad a sus hermanos.
Jesús, una vez resucitado, confirmó esta misión a Simón Pedro. Él, que profundamente arrepentido ya había llorado su triple negación ante Jesús, ahora hace una triple manifestación de amor: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo» (Jn 21,17). Entonces, el Apóstol vio con consuelo cómo Jesucristo no se desdijo de él y, por tres veces, lo confirmó en el ministerio que antes le había sido anunciado: «Apacienta mis ovejas» (Jn 21,16.17).
Esta potestad no es por mérito propio, como tampoco lo fue la declaración de fe de Simón en Cesarea: «No te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos» (Mt 16,17). Sí, se trata de una autoridad con potestad suprema recibida para servir. Es por esto que el Romano Pontífice, cuando firma sus escritos, lo hace con el siguiente título honorífico: Servus servorum Dei.
Se trata, por tanto, de un poder para servir la causa de la unidad fundamentada sobre la verdad. Hagamos el propósito de rezar por el Sucesor de Pedro, de prestar atento obsequio a sus palabras y de agradecer a Dios este gran regalo.
viernes, 19 de febrero de 2010
evangelio Viernes 19-02-10, Mateo 9, 14-15
En aquel tiempo, los discípulos de Juan fueron a ver a Jesús y le preguntaron:
"¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?"
Jesús les respondió:
"¿Es que pueden estar tristes los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que les quitarán al novio; entonces ayunarán".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión
Jesús, en esta época del año la Iglesia recomienda ser más generoso con la mortificación en general, y en concreto, con el ayuno. Los tiempos y los días de penitencia a lo largo del año litúrgico (el tiempo de Cuaresma, cada viernes en memoria de la muerte del Señor) son momentos fuertes de la práctica penitencial de la Iglesia. Estos tiempos son particularmente apropiados para los ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las peregrinaciones como signo de penitencia, las privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna, la comunicación cristiana de bienes (obras caritativas y misioneras) (CEC- 1438).
¿Por qué la Cuaresma es uno de estos momentos frenes de la práctica penitencial? Porque sólo ejercitándome en la penitencia seré capaz de apreciar lo que va a ocurrir en la Pascua, y la Cuaresma tiene por finalidad preparar la celebración del Misterio Pascual durante la Semana Santa.
En la Semana Santa, Jesús, vas a morir por mí, clavado en una cruz, después de ser azotado por todo el cuerpo con una dureza tal que era suficiente para que el condenado muriera allí mismo. Y ese sacrificio tan cruel fue no sólo aceptado por Ti, sino querido. ¿Cómo se entiende esto? Simplemente no se entiende, a no ser que empiece yo mismo por ser más mortificado.
La mortificación voluntaria por motivo sobrenatural no es una locura, no es masoquismo: es el camino de la libertad sobre las pasiones y, sobre todo, es el camino de la unión contigo en la Cruz. Una buena mortificación es la mortificación en las comidas: comer un poco menos de lo que me gusta más o un poco más de lo que me gusta menos, y ofrecértelo. No se trata tanto de hacer una gran mortificación un día, como de hacer cada día alguna cosa pequeña. Esta práctica, hecha con constancia, ¡cómo me ayuda a dominar mis sentidos, a ser más señor de mí mismo y, por tanto, a ser más libre y más capaz de amar a los demás!
II. «Hemos de recibir al Señor; en la Eucaristía, como a los grandes de la tierra, ¡mejor!: con adornos, luces, trajes nuevos... -Y si me preguntas qué limpieza, qué adornos y qué luces has ’de tener; te contestaré: limpieza en tus sentidos, uno por uno; adorno en tus potencias, una por una; luz en toda tu alma» (Forja.- 834). «Días vendrán en que les será arrebatado el esposo; entonces ayunarán.» Jesús, estás hablando de tu muerte violenta en la Cruz, esa misma muerte que se repite, sin derramamiento de sangre, en la Santa Misa cada día.
Jesús, en la Misa, además de entregarte de nuevo a Dios Padre por mí, como en el Calvario, te conviertes en alimento: es el sacramento de la Eucaristía. ¿Cómo te he de recibir, Jesús, sabiendo quién eres?; ¿qué limpieza, qué adornos y qué luces: qué disposiciones? Limpieza en mis sentidos, uno por uno; adorno en mis potencias, una por una; luz en toda mi alma. He de purificar los sentidos para que no me dominen; he de adornar las potencias -inteligencia, memoria, voluntad, imaginación- de modo que entiendan y gusten lo espiritual; y he de tener, en el alma, la luz de la gracia de Dios.
Jesús, el tiempo de Cuaresma es un tiempo de purificación, que significa un tiempo para colocar los sentidos y las potencias en el lugar que les corresponde: al servicio de la persona, y no al mando. Cuando un hombre se deja llevar por la vista, la imaginación, o el gusto; cuando un hombre no tiene voluntad para hacer lo que debe, o no quiere formar su inteligencia para saber mejor qué es lo que debe hacer; ese hombre es... un pobre hombre. Y, por tanto, también será un pobre cristiano.
Por eso, es necesario luchar más, esforzarse más en adquirir esas virtudes tan propias del que se sabe hijo de Dios: la sobriedad, la pureza, el espíritu de servicio, la fortaleza, el orden, el estudio.
"¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?"
Jesús les respondió:
"¿Es que pueden estar tristes los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que les quitarán al novio; entonces ayunarán".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión
Jesús, en esta época del año la Iglesia recomienda ser más generoso con la mortificación en general, y en concreto, con el ayuno. Los tiempos y los días de penitencia a lo largo del año litúrgico (el tiempo de Cuaresma, cada viernes en memoria de la muerte del Señor) son momentos fuertes de la práctica penitencial de la Iglesia. Estos tiempos son particularmente apropiados para los ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las peregrinaciones como signo de penitencia, las privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna, la comunicación cristiana de bienes (obras caritativas y misioneras) (CEC- 1438).
¿Por qué la Cuaresma es uno de estos momentos frenes de la práctica penitencial? Porque sólo ejercitándome en la penitencia seré capaz de apreciar lo que va a ocurrir en la Pascua, y la Cuaresma tiene por finalidad preparar la celebración del Misterio Pascual durante la Semana Santa.
En la Semana Santa, Jesús, vas a morir por mí, clavado en una cruz, después de ser azotado por todo el cuerpo con una dureza tal que era suficiente para que el condenado muriera allí mismo. Y ese sacrificio tan cruel fue no sólo aceptado por Ti, sino querido. ¿Cómo se entiende esto? Simplemente no se entiende, a no ser que empiece yo mismo por ser más mortificado.
La mortificación voluntaria por motivo sobrenatural no es una locura, no es masoquismo: es el camino de la libertad sobre las pasiones y, sobre todo, es el camino de la unión contigo en la Cruz. Una buena mortificación es la mortificación en las comidas: comer un poco menos de lo que me gusta más o un poco más de lo que me gusta menos, y ofrecértelo. No se trata tanto de hacer una gran mortificación un día, como de hacer cada día alguna cosa pequeña. Esta práctica, hecha con constancia, ¡cómo me ayuda a dominar mis sentidos, a ser más señor de mí mismo y, por tanto, a ser más libre y más capaz de amar a los demás!
II. «Hemos de recibir al Señor; en la Eucaristía, como a los grandes de la tierra, ¡mejor!: con adornos, luces, trajes nuevos... -Y si me preguntas qué limpieza, qué adornos y qué luces has ’de tener; te contestaré: limpieza en tus sentidos, uno por uno; adorno en tus potencias, una por una; luz en toda tu alma» (Forja.- 834). «Días vendrán en que les será arrebatado el esposo; entonces ayunarán.» Jesús, estás hablando de tu muerte violenta en la Cruz, esa misma muerte que se repite, sin derramamiento de sangre, en la Santa Misa cada día.
Jesús, en la Misa, además de entregarte de nuevo a Dios Padre por mí, como en el Calvario, te conviertes en alimento: es el sacramento de la Eucaristía. ¿Cómo te he de recibir, Jesús, sabiendo quién eres?; ¿qué limpieza, qué adornos y qué luces: qué disposiciones? Limpieza en mis sentidos, uno por uno; adorno en mis potencias, una por una; luz en toda mi alma. He de purificar los sentidos para que no me dominen; he de adornar las potencias -inteligencia, memoria, voluntad, imaginación- de modo que entiendan y gusten lo espiritual; y he de tener, en el alma, la luz de la gracia de Dios.
Jesús, el tiempo de Cuaresma es un tiempo de purificación, que significa un tiempo para colocar los sentidos y las potencias en el lugar que les corresponde: al servicio de la persona, y no al mando. Cuando un hombre se deja llevar por la vista, la imaginación, o el gusto; cuando un hombre no tiene voluntad para hacer lo que debe, o no quiere formar su inteligencia para saber mejor qué es lo que debe hacer; ese hombre es... un pobre hombre. Y, por tanto, también será un pobre cristiano.
Por eso, es necesario luchar más, esforzarse más en adquirir esas virtudes tan propias del que se sabe hijo de Dios: la sobriedad, la pureza, el espíritu de servicio, la fortaleza, el orden, el estudio.
miércoles, 17 de febrero de 2010
evangelio Miercoles 17-02-10, Mateo 6, 1-6. 16-18
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres para que los vean. De lo contrario, no tendrán recompensa con su Padre celestial.
Por lo tanto, cuando des limosna, no lo anuncies con trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, para que los alaben los hombres. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. En cambio, cuando tú des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes hagan oración, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como esos hipócritas que descuidan la apariencia de su rostro, para que la gente note que están ayunando. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que no sepa la gente que estás ayunando, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará".
Reflexión
Al iniciar la cuaresma, la Iglesia nos presenta en este evangelio las tres prácticas que están a la base de la vida y la espiritualidad cristiana: el ayuno, la oración y la ayuda a los necesitados. Éstas, si verdaderamente queremos que nos sirvan para alcanzar, o al menos para crecer en la santidad, deben de tener la característica de "hacerse en secreto"; es decir, es algo entre Dios y yo. El cristiano debe tener, de manera ordinaria, integrados estos ejercicios en su vida. Sin embargo, la cuaresma, como tiempo particular de gracia para profundizar en nuestra conversión, se nos propone como un espacio en nuestra vida para "reforzar" y consolidar nuestra espiritualidad. Por ello, si de ordinario oras 15 minutos, la cuaresma será una oportunidad para aumentar tu oración a 25 ó 30 minutos; si de ordinario acostumbras ir a misa sólo los domingos, la cuaresma pudiera ser una buena oportunidad para ir al menos una vez más en la semana; si yo acostumbro convivir con mi familia una vez a la semana, pues podría ser la oportunidad para hacerlo al menos una vez más.
Utilicemos esta cuaresma para llegar a la Pascua con cambios concretos en nuestra vida, humana y espiritual, que sean signo del poder del resucitado en nosotros, motivo por el cual estaremos de fiesta.
Por lo tanto, cuando des limosna, no lo anuncies con trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, para que los alaben los hombres. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. En cambio, cuando tú des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes hagan oración, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como esos hipócritas que descuidan la apariencia de su rostro, para que la gente note que están ayunando. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que no sepa la gente que estás ayunando, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará".
Reflexión
Al iniciar la cuaresma, la Iglesia nos presenta en este evangelio las tres prácticas que están a la base de la vida y la espiritualidad cristiana: el ayuno, la oración y la ayuda a los necesitados. Éstas, si verdaderamente queremos que nos sirvan para alcanzar, o al menos para crecer en la santidad, deben de tener la característica de "hacerse en secreto"; es decir, es algo entre Dios y yo. El cristiano debe tener, de manera ordinaria, integrados estos ejercicios en su vida. Sin embargo, la cuaresma, como tiempo particular de gracia para profundizar en nuestra conversión, se nos propone como un espacio en nuestra vida para "reforzar" y consolidar nuestra espiritualidad. Por ello, si de ordinario oras 15 minutos, la cuaresma será una oportunidad para aumentar tu oración a 25 ó 30 minutos; si de ordinario acostumbras ir a misa sólo los domingos, la cuaresma pudiera ser una buena oportunidad para ir al menos una vez más en la semana; si yo acostumbro convivir con mi familia una vez a la semana, pues podría ser la oportunidad para hacerlo al menos una vez más.
Utilicemos esta cuaresma para llegar a la Pascua con cambios concretos en nuestra vida, humana y espiritual, que sean signo del poder del resucitado en nosotros, motivo por el cual estaremos de fiesta.
viernes, 12 de febrero de 2010
Evangelio Viernes 12-02-10, Marcos 7, 31-37
En aquel tiempo, salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Él lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo: "¡Effetá!" (que quiere decir "¡Ábrete!"). Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad.
Él les mandó que no le dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más insistencia lo proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: "¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos".
Reflexión
Este pasaje nos muestra de manera indirecta los dos elementos fundamentales de la construcción del Reino: oír y hablar. Es necesario oír la palabra de Dios para luego poder hablar de ella. ¿Cómo conocerán a Dios si nadie les habla de él y cómo les hablará alguien que nunca ha escuchado la buena noticia del Evangelio?
Por ello, Jesús no duda en hacer las dos cosas: Abre los oídos del sordo y le destraba la lengua para que pueda hablar. Ahora él mismo se ha convertido en un testigo del amor de Dios, y por ello, como dirá el apóstol san Juan en su primera Carta, puede dar testimonio de lo que ha visto y de lo que ha oído.
Si hoy no hay muchos que hablen de Jesús es porque tienen sus oídos cerrados y su lengua trabada. Pidamos hoy al Señor que abra nuestros oídos a su palabra y nos desate la lengua para anunciar a nuestros compañeros y vecinos, la buena noticia del Evangelio.
Él les mandó que no le dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más insistencia lo proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: "¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos".
Reflexión
Este pasaje nos muestra de manera indirecta los dos elementos fundamentales de la construcción del Reino: oír y hablar. Es necesario oír la palabra de Dios para luego poder hablar de ella. ¿Cómo conocerán a Dios si nadie les habla de él y cómo les hablará alguien que nunca ha escuchado la buena noticia del Evangelio?
Por ello, Jesús no duda en hacer las dos cosas: Abre los oídos del sordo y le destraba la lengua para que pueda hablar. Ahora él mismo se ha convertido en un testigo del amor de Dios, y por ello, como dirá el apóstol san Juan en su primera Carta, puede dar testimonio de lo que ha visto y de lo que ha oído.
Si hoy no hay muchos que hablen de Jesús es porque tienen sus oídos cerrados y su lengua trabada. Pidamos hoy al Señor que abra nuestros oídos a su palabra y nos desate la lengua para anunciar a nuestros compañeros y vecinos, la buena noticia del Evangelio.
jueves, 11 de febrero de 2010
Evangelio Jueves 12-2-10, Marcos 7,24-30
«Y partiendo de allí se fue hacia la región de Tiro y de Sidón. Y habiendo entrado en una casa deseaba que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto. Al punto, en cuanto oyó hablar de él una mujer cuya hija tenía un espíritu inmundo, entró y se echó a sus pies. La mujer era griega, sirofenicia de origen. Y le rogaba que expulsara de su hija al demonio.
Y le dijo: Deja que primero se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos. Ella respondió diciendo: Señor también los perrillos comen debajo de la mesa las migajas de los hijos. Y le dijo: Por esto que has dicho, vete, el demonio ha salido de tu hija. Y al regresar a su casa encontró a la niña echada en la cama, y que el demonio había salido.» Reflexión
I. En el Evangelio de la Misa (Marcos 7, 24-30) contemplamos a Jesús que se conmueve ante la mujer cananea que le pide la curación de su hija. Aquella mujer alcanzó lo que quería y se ganó el corazón del Maestro. Es un ejemplo para nosotros; en su oración se hallan resumidas las condiciones de toda petición: fe, humildad, perseverancia y confianza. Enseña Santo Tomás que la verdadera oración es infaliblemente eficaz, porque Dios, que nunca se vuelve atrás, ha decretado que así sea (Suma Teológica).
El Señor mismo nos dijo que siempre y en todo lugar nuestras oraciones hechas con rectitud de intención llegan hasta Él y las atiende: si entre vosotros un hijo pide pan a su padre, ¿acaso le dará una piedra? O si pide un pez, ¿le dará una serpiente? ¡Cuánto más vuestro Padre, que está en los cielos... ! (Lucas 11, 11-13) Cuando pidamos algún don, hemos de pensar que somos hijos de Dios, y Él está infinitamente más atento hacia nosotros que el mejor padre de la tierra hacia su hijo más necesitado.
II. A medida que intensificamos nuestra petición identificamos nuestra voluntad con la de Dios, que es Quien verdaderamente conoce nuestra penuria y escasez. Él nos hace esperar en ocasiones para disponernos mejor, para que deseemos esas gracias con más hondura y fervor; otras veces rectifica nuestra petición y nos concede lo que verdaderamente necesitamos, y otras veces no nos concede lo que pedimos porque, sin darnos cuenta quizá, estamos pidiendo un mal que nuestra voluntad ha revestido de bien.
Nuestra oración debe ser confiada, como quien pide a su padre; y serena, porque Dios sabe bien las necesidades que padecemos. La confianza nos mueve a pedir con perseverancia, aunque aparentemente el Señor no nos escuche. Al pedir, nos confortan las palabras de Jesús: En verdad os digo que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, si tenéis fe, os lo concederá (Juan 16, 23)
III. El Señor sabe de nuestras necesidades materiales, Él mismo nos enseñó a rogar: el pan nuestro de cada día dánosle hoy... El primer milagro que hizo Jesús fue de carácter material. Sin embargo, por muchas y muy urgentes que sean las limitaciones y privaciones materiales, tenemos siempre más necesidad de los bienes sobrenaturales. Pedimos los bienes temporales en la medida que son útiles para la salvación y en la medida que están subordinados a los sobrenaturales.
La Virgen Nuestra Madre enderezará todas las peticiones que no sean del todo rectas. En el Santo Rosario tenemos una arma poderosa. No lo dejemos.
Y le dijo: Deja que primero se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos. Ella respondió diciendo: Señor también los perrillos comen debajo de la mesa las migajas de los hijos. Y le dijo: Por esto que has dicho, vete, el demonio ha salido de tu hija. Y al regresar a su casa encontró a la niña echada en la cama, y que el demonio había salido.» Reflexión
I. En el Evangelio de la Misa (Marcos 7, 24-30) contemplamos a Jesús que se conmueve ante la mujer cananea que le pide la curación de su hija. Aquella mujer alcanzó lo que quería y se ganó el corazón del Maestro. Es un ejemplo para nosotros; en su oración se hallan resumidas las condiciones de toda petición: fe, humildad, perseverancia y confianza. Enseña Santo Tomás que la verdadera oración es infaliblemente eficaz, porque Dios, que nunca se vuelve atrás, ha decretado que así sea (Suma Teológica).
El Señor mismo nos dijo que siempre y en todo lugar nuestras oraciones hechas con rectitud de intención llegan hasta Él y las atiende: si entre vosotros un hijo pide pan a su padre, ¿acaso le dará una piedra? O si pide un pez, ¿le dará una serpiente? ¡Cuánto más vuestro Padre, que está en los cielos... ! (Lucas 11, 11-13) Cuando pidamos algún don, hemos de pensar que somos hijos de Dios, y Él está infinitamente más atento hacia nosotros que el mejor padre de la tierra hacia su hijo más necesitado.
II. A medida que intensificamos nuestra petición identificamos nuestra voluntad con la de Dios, que es Quien verdaderamente conoce nuestra penuria y escasez. Él nos hace esperar en ocasiones para disponernos mejor, para que deseemos esas gracias con más hondura y fervor; otras veces rectifica nuestra petición y nos concede lo que verdaderamente necesitamos, y otras veces no nos concede lo que pedimos porque, sin darnos cuenta quizá, estamos pidiendo un mal que nuestra voluntad ha revestido de bien.
Nuestra oración debe ser confiada, como quien pide a su padre; y serena, porque Dios sabe bien las necesidades que padecemos. La confianza nos mueve a pedir con perseverancia, aunque aparentemente el Señor no nos escuche. Al pedir, nos confortan las palabras de Jesús: En verdad os digo que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, si tenéis fe, os lo concederá (Juan 16, 23)
III. El Señor sabe de nuestras necesidades materiales, Él mismo nos enseñó a rogar: el pan nuestro de cada día dánosle hoy... El primer milagro que hizo Jesús fue de carácter material. Sin embargo, por muchas y muy urgentes que sean las limitaciones y privaciones materiales, tenemos siempre más necesidad de los bienes sobrenaturales. Pedimos los bienes temporales en la medida que son útiles para la salvación y en la medida que están subordinados a los sobrenaturales.
La Virgen Nuestra Madre enderezará todas las peticiones que no sean del todo rectas. En el Santo Rosario tenemos una arma poderosa. No lo dejemos.
miércoles, 10 de febrero de 2010
ORACION Y PROPOSITO DEL DIA
"Señor te pido que, como a salomon, me regales sabiduria, para que no salgan ya de mi boca y de mi vida tantas cosas que me hacen impuro. Ayudame a mirar con tus ojos, quiero servir a los demas y dejar de preocuparme por tantas tonterias, y comenzar a vivir conforme a ti. Amén".
Propósito del día
"Orar pidiendo sabiduria".
Propósito del día
"Orar pidiendo sabiduria".
Evangelio Miercoles 10-02-10, Marcos 7, 14-23
Llamó otra vez a la gente y les dijo: «Oídme todos y entended. Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Quien tenga oídos para oír, que oiga». Y cuando, apartándose de la gente, entró en casa, sus discípulos le preguntaban sobre la parábola. El les dijo: «¿Conque también vosotros estáis sin inteligencia? ¿No comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle, pues no entra en su corazón, sino en el vientre y va a parar al excusado?» - así declaraba puros todos los alimentos -. Y decía: «Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre».
Reflexión
Si alguna vez te has enfermado del estomago, sabes muy bien que lo que entra en el hombre no toca la vida, aunque sabes que influyen en la vida diaria, haciendo sentirse más cansado de lo ordinario.
Lo que realmente te toca directamente no es la comida que te hace engordar y basta, sino algo que es llamado pecado. Éste realmente sí hace destrozos en el alma. No sé si te has dado cuenta de lo mal que uno se siente cuando hace algo que no quieren tus padres, o cuando haces que sabes que está mal. La verdad es que cuando yo he hecho algo que Dios no quería me he sentido fatal al día siguiente, porque allí no estaba la felicidad.
La cuestión está en saber qué está mal o no para ser realmente felices y actuar con la convicción de estar haciendo siempre el bien. Tú puedes hacer siempre el bien, evitando aquello que sabes que está mal y que puede dañarte y dejar una marca para toda tu vida: la infelicidad.
Reflexión
Si alguna vez te has enfermado del estomago, sabes muy bien que lo que entra en el hombre no toca la vida, aunque sabes que influyen en la vida diaria, haciendo sentirse más cansado de lo ordinario.
Lo que realmente te toca directamente no es la comida que te hace engordar y basta, sino algo que es llamado pecado. Éste realmente sí hace destrozos en el alma. No sé si te has dado cuenta de lo mal que uno se siente cuando hace algo que no quieren tus padres, o cuando haces que sabes que está mal. La verdad es que cuando yo he hecho algo que Dios no quería me he sentido fatal al día siguiente, porque allí no estaba la felicidad.
La cuestión está en saber qué está mal o no para ser realmente felices y actuar con la convicción de estar haciendo siempre el bien. Tú puedes hacer siempre el bien, evitando aquello que sabes que está mal y que puede dañarte y dejar una marca para toda tu vida: la infelicidad.
martes, 9 de febrero de 2010
Maratonistas
Los maratonistas aprenden varias lecciones importantes durante los años de entrenamiento. No importa lo experimentado que sea un corredor, una pequeña piedra en el camino, un paso mal dado, una distracción o miles de otros obstáculos pueden aparecer en cualquier momento, interrumpiendo el paso del corredor y ocasionando un accidente o un daño. Lo mismo ocurre en el matrimonio. El tiempo prolongado que lleven de casados no brinda inmunidad a los problemas.
Los maratonistas aprenden a regular el paso para no agotarse en los primeros kilómetros de la carrera. De la misma manera, las parejas debieran ser sabias al ver la relación como de largo alcance y así poner a los problemas y las diferencias en la perspectiva de un cuadro mayor.
Por último, los maratonistas, a excepción de unos pocos que encabezan el torneo, corren para mejorar sus propios tiempos. Corren para terminar la carrera y tratan de hacer su esfuerzo. La competencia puede arruinar una relación. Lo mejor que cada uno puede hacer es procurar dar lo mejor de sí y esforzarse por lograr que la relación sea lo mejor posible.
La vida de casados es un maratón. No basta con un gran comienzo para un matrimonio duradero. Se necesita determinación.
Hebreos 10:36
Es necesario que con paciencia cumplan la voluntad de Dios,
Los maratonistas aprenden a regular el paso para no agotarse en los primeros kilómetros de la carrera. De la misma manera, las parejas debieran ser sabias al ver la relación como de largo alcance y así poner a los problemas y las diferencias en la perspectiva de un cuadro mayor.
Por último, los maratonistas, a excepción de unos pocos que encabezan el torneo, corren para mejorar sus propios tiempos. Corren para terminar la carrera y tratan de hacer su esfuerzo. La competencia puede arruinar una relación. Lo mejor que cada uno puede hacer es procurar dar lo mejor de sí y esforzarse por lograr que la relación sea lo mejor posible.
La vida de casados es un maratón. No basta con un gran comienzo para un matrimonio duradero. Se necesita determinación.
Hebreos 10:36
Es necesario que con paciencia cumplan la voluntad de Dios,
Evangelio Martes 9-2-10, Marcos 7, 1-13
Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no se comportan conforme a la tradición de los antiguos, sino que comen el pan con las manos impuras?
Él les respondió: Bien profetizó Isaías de vosotros los hipócritas, como está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está bien lejos de mí. En vano me dan culto, mientras enseñan doctrinas que son preceptos humanos. Abandonando el mandamiento de Dios, retenéis la tradición de los hombres.
Y les decía: ¡Qué bien anuláis el mandamiento de Dios, para guardar vuestra tradición! Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y quien maldiga al padre o a la madre, sea reo de muerte. Vosotros, en cambio, decís: si dice un hombre al padre o a la madre, "lo que de mi parte pudieras recibir sea Corbán", que significa ofrenda, ya no le permitís hacer nada por el padre o por la madre; con ello anuláis la palabra de Dios por vuestra tradición, que vosotros mismos habéis establecido; y hacéis otras muchas cosas semejantes a éstas». (Marcos 7, 1-13)
Reflexion
I. «Abandonando el mandamiento de Dios, retenéis la tradición de los hombres». Jesús, algunos cristianos no católicos han creído ver en este texto una prueba de que la Tradición en la Iglesia no tiene ningún valor, pues -dicen- no es más que «tradición de los hombres». Para ellos, la única fuente de revelación es la Biblia, y creen que lo que cada uno interpreta en la Biblia está inspirado por el Espíritu Santo.
Jesús, aunque Tú me enseñas a querer a todos -y con más motivo si son cristianos-, quieres que defienda la verdadera fe. Para empezar, debo saber que aunque Tú rechazas las tradiciones de los fariseos, no rechazas las de la Iglesia, especialmente las que proceden directamente de Ti, como es la Eucaristía: «haced esto en memoria mía» (Lucas 22,19). Además, en el Nuevo Testamento queda claro el valor de la Tradición y del magisterio de la Iglesia para los primeros cristianos.
San Pablo escribe: «manteneos firmes y guardad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de palabra o por carta» (2 Tesalonicenses 2,15). Y San Pedro advierte que «ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia» (2 Pedro 1,20), pues «hay algunos puntos difíciles de entender que los ignorantes e inconscientes tergiversan lo mismo que las demás Escrituras para su propia perdición» (2 Pedro 3,16).
II. «Ya hace algunos años vi con claridad meridiana un criterio que será siempre válido: el ambiente de la sociedad, con su apartamiento de la fe y la moral cristianas, necesita una nueva forma de vivir y de propagar la verdad eterna del Evangelio: en la misma entraña de la sociedad, del mundo, los hijos de Dios han de brillar por sus virtudes como linternas en la oscuridad» (Surco.-318). «Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón está bien lejos de mí».
Jesús, aunque muchos pueblos mantienen ciertas tradiciones cristianas (como la Navidad), en realidad se hallan muy lejos de Ti. Hace falta recristianizar de verdad la sociedad; y para ello, hace falta una nueva forma de propagar el Evangelio: en medio del mundo: viviendo santamente -con ejemplaridad- la misma vida terrena de tantos y tantas; compartiendo ilusiones, sufrimientos y alegrías, pero con afán de servicio, con visión sobrenatural. En la misma entraña de la sociedad, del mundo, los hijos de Dios han de brillar por sus virtudes como linternas en la oscuridad.
Jesús, para brillar como esperas de mí e influir en el ambiente con mi vida cristiana, necesito virtudes: laboriosidad, generosidad, optimismo, fortaleza, justicia, sobriedad. Ayúdame para que no me canse en la lucha por adquirirlas.
Él les respondió: Bien profetizó Isaías de vosotros los hipócritas, como está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está bien lejos de mí. En vano me dan culto, mientras enseñan doctrinas que son preceptos humanos. Abandonando el mandamiento de Dios, retenéis la tradición de los hombres.
Y les decía: ¡Qué bien anuláis el mandamiento de Dios, para guardar vuestra tradición! Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y quien maldiga al padre o a la madre, sea reo de muerte. Vosotros, en cambio, decís: si dice un hombre al padre o a la madre, "lo que de mi parte pudieras recibir sea Corbán", que significa ofrenda, ya no le permitís hacer nada por el padre o por la madre; con ello anuláis la palabra de Dios por vuestra tradición, que vosotros mismos habéis establecido; y hacéis otras muchas cosas semejantes a éstas». (Marcos 7, 1-13)
Reflexion
I. «Abandonando el mandamiento de Dios, retenéis la tradición de los hombres». Jesús, algunos cristianos no católicos han creído ver en este texto una prueba de que la Tradición en la Iglesia no tiene ningún valor, pues -dicen- no es más que «tradición de los hombres». Para ellos, la única fuente de revelación es la Biblia, y creen que lo que cada uno interpreta en la Biblia está inspirado por el Espíritu Santo.
Jesús, aunque Tú me enseñas a querer a todos -y con más motivo si son cristianos-, quieres que defienda la verdadera fe. Para empezar, debo saber que aunque Tú rechazas las tradiciones de los fariseos, no rechazas las de la Iglesia, especialmente las que proceden directamente de Ti, como es la Eucaristía: «haced esto en memoria mía» (Lucas 22,19). Además, en el Nuevo Testamento queda claro el valor de la Tradición y del magisterio de la Iglesia para los primeros cristianos.
San Pablo escribe: «manteneos firmes y guardad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de palabra o por carta» (2 Tesalonicenses 2,15). Y San Pedro advierte que «ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia» (2 Pedro 1,20), pues «hay algunos puntos difíciles de entender que los ignorantes e inconscientes tergiversan lo mismo que las demás Escrituras para su propia perdición» (2 Pedro 3,16).
II. «Ya hace algunos años vi con claridad meridiana un criterio que será siempre válido: el ambiente de la sociedad, con su apartamiento de la fe y la moral cristianas, necesita una nueva forma de vivir y de propagar la verdad eterna del Evangelio: en la misma entraña de la sociedad, del mundo, los hijos de Dios han de brillar por sus virtudes como linternas en la oscuridad» (Surco.-318). «Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón está bien lejos de mí».
Jesús, aunque muchos pueblos mantienen ciertas tradiciones cristianas (como la Navidad), en realidad se hallan muy lejos de Ti. Hace falta recristianizar de verdad la sociedad; y para ello, hace falta una nueva forma de propagar el Evangelio: en medio del mundo: viviendo santamente -con ejemplaridad- la misma vida terrena de tantos y tantas; compartiendo ilusiones, sufrimientos y alegrías, pero con afán de servicio, con visión sobrenatural. En la misma entraña de la sociedad, del mundo, los hijos de Dios han de brillar por sus virtudes como linternas en la oscuridad.
Jesús, para brillar como esperas de mí e influir en el ambiente con mi vida cristiana, necesito virtudes: laboriosidad, generosidad, optimismo, fortaleza, justicia, sobriedad. Ayúdame para que no me canse en la lucha por adquirirlas.
lunes, 8 de febrero de 2010
Aliento
Dice una antigua leyenda que Dios primero creó aves sin alas. A su debido tiempo, Dios hizo alas y les dijo a las aves: Vengan, tomen estas cargas, y llévenlas con ustedes.
Al principio las aves vacilaron, pero pronto obedecieron. Intentaron levantar las alas con sus picos, pero eran demasiado pesadas. Luego intentaron tomarlas con sus garras, pero eran demasiados grandes. Por fin una de las aves logró levantar las alas sobre sus hombros donde era posible llevarlas.
Poco tiempo después, les comenzaron a crecer y pronto se habían pegado a sus cuerpos. Una de las aves comenzó a mover sus alas y se elevó por los aires. Muy pronto las demás siguieron su ejemplo. Lo que antes había sido una pesada carga, ahora se había convertido en el instrumento que les permitía ir a donde antes no podían, cumpliendo de estar manera el destino para el cual fueron creadas.
Los deberes y las responsabilidades que como padre te han sido confiados, son muchos y valiosos. A veces te sentirás como que no podrás llegar a ver el próximo día, y mucho menos el próximo año.
Las noches sin poder dormir a causa de la alimentación del bebé y los cólicos, esos interminables días durante la etapa de los terribles años, las tareas escolares, conferencias de padres, la preadolescencia y los adolescentes; todo esto en combinación puede parecer una inmensa carga. Sin embargo, debes recordar la leyenda de las aves y sus alas, y reconocer que Dios siempre estará de tu lado.
Dios no requerirá más de ti como padre, de lo que Él mismo te ayudará a hacer.
Lucas 1:37
Porque nada hay imposible para Dios
Al principio las aves vacilaron, pero pronto obedecieron. Intentaron levantar las alas con sus picos, pero eran demasiado pesadas. Luego intentaron tomarlas con sus garras, pero eran demasiados grandes. Por fin una de las aves logró levantar las alas sobre sus hombros donde era posible llevarlas.
Poco tiempo después, les comenzaron a crecer y pronto se habían pegado a sus cuerpos. Una de las aves comenzó a mover sus alas y se elevó por los aires. Muy pronto las demás siguieron su ejemplo. Lo que antes había sido una pesada carga, ahora se había convertido en el instrumento que les permitía ir a donde antes no podían, cumpliendo de estar manera el destino para el cual fueron creadas.
Los deberes y las responsabilidades que como padre te han sido confiados, son muchos y valiosos. A veces te sentirás como que no podrás llegar a ver el próximo día, y mucho menos el próximo año.
Las noches sin poder dormir a causa de la alimentación del bebé y los cólicos, esos interminables días durante la etapa de los terribles años, las tareas escolares, conferencias de padres, la preadolescencia y los adolescentes; todo esto en combinación puede parecer una inmensa carga. Sin embargo, debes recordar la leyenda de las aves y sus alas, y reconocer que Dios siempre estará de tu lado.
Dios no requerirá más de ti como padre, de lo que Él mismo te ayudará a hacer.
Lucas 1:37
Porque nada hay imposible para Dios
Mírate en un Espejo
Cuando obtienes lo que deseas en
tu lucha por ser alguien,
y el mundo te convierte en Rey
por un día, solo acércate a un
espejo a mirarte, y fíjate en
lo que esa imagen te dice.
Porque no es el juicio que de ti
hagan tu padre, tu madre o tu
esposa lo que debe resaltar.
Lo que más importa en la vida
es el veredicto del que está
al otro lado del espejo.
Algunos pueden pensar
que eres un compadre
en quien se puede confiar,
y llegar a decirte que
eres maravilloso, pero el
que está en el espejo dirá
que solo eres un
fanfarrón si no puedes mirarlo
directamente a los ojos.
A él debes agradar, no tengas en
cuenta al resto, porque él es claro
contigo hasta el final;
y habrás aprobado tu evaluación
más difícil y peligrosa si el que está
en el espejo es tu amigo.
Podrás engañar durante años a todo
el mundo en tu paso por la vida,
y obtener palmadas en la espalda
en señal de aprobación, mas
la récompensa final sera angustia
del alma y lágrimas si has engañado
al hombre del espejo.
Anónimo.
El que domina a otros es fuerte, el que se domina a sí mismo es poderoso.
Proverbios 16:32
Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte,
el que domina su espíritu que el conquistador de una ciudad.
tu lucha por ser alguien,
y el mundo te convierte en Rey
por un día, solo acércate a un
espejo a mirarte, y fíjate en
lo que esa imagen te dice.
Porque no es el juicio que de ti
hagan tu padre, tu madre o tu
esposa lo que debe resaltar.
Lo que más importa en la vida
es el veredicto del que está
al otro lado del espejo.
Algunos pueden pensar
que eres un compadre
en quien se puede confiar,
y llegar a decirte que
eres maravilloso, pero el
que está en el espejo dirá
que solo eres un
fanfarrón si no puedes mirarlo
directamente a los ojos.
A él debes agradar, no tengas en
cuenta al resto, porque él es claro
contigo hasta el final;
y habrás aprobado tu evaluación
más difícil y peligrosa si el que está
en el espejo es tu amigo.
Podrás engañar durante años a todo
el mundo en tu paso por la vida,
y obtener palmadas en la espalda
en señal de aprobación, mas
la récompensa final sera angustia
del alma y lágrimas si has engañado
al hombre del espejo.
Anónimo.
El que domina a otros es fuerte, el que se domina a sí mismo es poderoso.
Proverbios 16:32
Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte,
el que domina su espíritu que el conquistador de una ciudad.
Proposito del Día
" Traer a los pies de Jesús como camillas todas las situaciones de mi vida en las que necesito que él actúe con poder."
Evangelio Lunes 08-2-10, Marcos 6, 53-56
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos terminaron la travesía del lago y tocaron tierra en Genesaret.
Apenas bajaron de la barca, la gente los reconoció y de toda aquella región acudían a él, a cualquier parte donde sabían que se encontraba y le llevaban en camillas a los enfermos.
A dondequiera que llegaba, en los poblados, ciudades o caseríos, la gente le ponía a sus enfermos en la calle y le rogaban que por lo menos los dejara tocar la punta de su manto; y cuantos lo tocaban, quedaban curados.
Reflexión
Con este breve pasaje termina san Marcos este polémico capítulo de la actividad apostólica de Jesús. Es importante notar en él que Jesús cura a TODOS los que se acercan a él. Y lo hace no como una recompensa por haber escuchado el Evangelio, o como pago a alguna buena acción. Con ello nos muestra la gratuidad de Dios, su amor infinito por todos, del Dios misericordioso que hace nacer el sol sobre buenos y malos. Los milagros de Dios no son propiedad exclusiva que se ha de realizar en los cristianos, ni siquiera en los buenos. Son ante todo un signo del amor incontenible de Dios que busca que su criatura lo reconozca como la fuente del amor y de la misericordia. En Jesús son el signo de su ser mesiánico que ha venido a liberar a los oprimidos y dar alegría a toda la humanidad incluso de manera inmediata.
Acerquémonos con confianza al Dios de la misericordia. Nadie que se acercó a él regresó con las manos vacías: ni paganos, no judíos, ni justos ni pecadores, ni buenos, ni malos. El amor de Dios es para todos porque quiere que todos sean para el amor.
Apenas bajaron de la barca, la gente los reconoció y de toda aquella región acudían a él, a cualquier parte donde sabían que se encontraba y le llevaban en camillas a los enfermos.
A dondequiera que llegaba, en los poblados, ciudades o caseríos, la gente le ponía a sus enfermos en la calle y le rogaban que por lo menos los dejara tocar la punta de su manto; y cuantos lo tocaban, quedaban curados.
Reflexión
Con este breve pasaje termina san Marcos este polémico capítulo de la actividad apostólica de Jesús. Es importante notar en él que Jesús cura a TODOS los que se acercan a él. Y lo hace no como una recompensa por haber escuchado el Evangelio, o como pago a alguna buena acción. Con ello nos muestra la gratuidad de Dios, su amor infinito por todos, del Dios misericordioso que hace nacer el sol sobre buenos y malos. Los milagros de Dios no son propiedad exclusiva que se ha de realizar en los cristianos, ni siquiera en los buenos. Son ante todo un signo del amor incontenible de Dios que busca que su criatura lo reconozca como la fuente del amor y de la misericordia. En Jesús son el signo de su ser mesiánico que ha venido a liberar a los oprimidos y dar alegría a toda la humanidad incluso de manera inmediata.
Acerquémonos con confianza al Dios de la misericordia. Nadie que se acercó a él regresó con las manos vacías: ni paganos, no judíos, ni justos ni pecadores, ni buenos, ni malos. El amor de Dios es para todos porque quiere que todos sean para el amor.
viernes, 5 de febrero de 2010
Proposito del Día
" Parar, pensar y reconsiderar lo que estoy haciendo"
Que Dios los bendiga en esta mañana y siempre!!
Que Dios los bendiga en esta mañana y siempre!!
evangelio Viernes 5-02-10, Lucas 9, 23-26. Fiesta de San Felipe de Jesús. Ofrecer los pequeños sacrificios de nuestra vida.
Decía a todos: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras, de ése se avergonzará el Hijo del hombre, cuando venga en su gloria, en la de su Padre y en la de los santos ángeles.
Reflexión
¿Quién puede soportar estas palabras? ¿Seremos capaces realmente de seguir esta doctrina que se nos presenta hoy? ¿Podremos vivir el significado cristiano de la palabra abnegación?
Son algunas preguntas que se me presentan al leer este pasaje. Cristo es claro: seguirle significa dolor, sufrimiento y abnegación. Sí, significa todo esto más la salvación eterna. Pero ¿qué quiere decir eso de salvación eterna? Muy fácil, es la plenitud de la propia felicidad, es el cielo, vivido con Jesús y María, y todas las demás potestades.
Ya los antiguos, tenían la certeza que existía un mundo después de esta vida, por eso no tiene que extrañarnos que Jesucristo nos quiera dar como premio la vida eterna.
Con una motivación tan fuerte, el sacrificio propio queda transformado como un medio para llegar a tener la felicidad que anhelamos. Ofrezcamos los pequeños sacrificios de nuestra vida diaria, para que Dios los convierta en gracias de salvación.
San Felipe de Jesús fue el protomártir mexicano. Fue un religioso de la orden de los franciscanos en Manila. Al venir a ordenarse a México, naufragó su barco y llegó a Japón donde lo mataron. Fue beatificado, junto con sus compañeros, el 14 de septiembre de 1627 y canonizado el 8 de julio de 1862.
Estos mártires son frecuentemente recordados por el Papa dando a saber que su sangre no fue derramada en balde. Llegaron al cielo.
Este día nos podemos acercar a la Eucaristía para pedirle a Jesús nos ayude a realizar la vocación que tenemos en la vida.
Recuerda que el testimonio de los santos confirma el amor a Dios (CEC 313). El testimonio de estas personas nos puede ayudar a crecer en nuestra vida espiritual, en nuestra vida de fe.
Reflexión
¿Quién puede soportar estas palabras? ¿Seremos capaces realmente de seguir esta doctrina que se nos presenta hoy? ¿Podremos vivir el significado cristiano de la palabra abnegación?
Son algunas preguntas que se me presentan al leer este pasaje. Cristo es claro: seguirle significa dolor, sufrimiento y abnegación. Sí, significa todo esto más la salvación eterna. Pero ¿qué quiere decir eso de salvación eterna? Muy fácil, es la plenitud de la propia felicidad, es el cielo, vivido con Jesús y María, y todas las demás potestades.
Ya los antiguos, tenían la certeza que existía un mundo después de esta vida, por eso no tiene que extrañarnos que Jesucristo nos quiera dar como premio la vida eterna.
Con una motivación tan fuerte, el sacrificio propio queda transformado como un medio para llegar a tener la felicidad que anhelamos. Ofrezcamos los pequeños sacrificios de nuestra vida diaria, para que Dios los convierta en gracias de salvación.
San Felipe de Jesús fue el protomártir mexicano. Fue un religioso de la orden de los franciscanos en Manila. Al venir a ordenarse a México, naufragó su barco y llegó a Japón donde lo mataron. Fue beatificado, junto con sus compañeros, el 14 de septiembre de 1627 y canonizado el 8 de julio de 1862.
Estos mártires son frecuentemente recordados por el Papa dando a saber que su sangre no fue derramada en balde. Llegaron al cielo.
Este día nos podemos acercar a la Eucaristía para pedirle a Jesús nos ayude a realizar la vocación que tenemos en la vida.
Recuerda que el testimonio de los santos confirma el amor a Dios (CEC 313). El testimonio de estas personas nos puede ayudar a crecer en nuestra vida espiritual, en nuestra vida de fe.
jueves, 4 de febrero de 2010
Proposito del Día
" Examinar mi modo de vivir a ver si se corresponde con el estilo que me propone el evangelio de hoy".
Evangelio Jueves 4-02-10, Marcos 6, 7-13
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce, los envió de dos en dos y les dio poder sobre los espíritus inmundos. Les mandó que no llevaran nada para el camino: ni pan, ni mochila, ni dinero en el cinto, sino únicamente un bastón, sandalias y una sola túnica.
Y les dijo: "Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de ese lugar. Si en alguna parte no los reciben ni los escuchan, al abandonar ese lugar, sacúdanse el polvo de los pies, como una advertencia para ellos".
Los discípulos se fueron a predicar el arrepentimiento. Expulsaban a los demonios, ungían con aceite a los enfermos y los curaban.
Reflexión
El pasaje evangélico de hoy nos invita a reflexionar en nuestra participación a la extensión del Reino y en cómo ésta, en sí misma, trae la recompensa y el bienestar para aquellos que la realizan.
Es triste ver que hoy en día pocos hermanos dedican algo de su tiempo para la evangelización y por ello la vida evangélica no se desarrolla en nuestras comunidades.
Podríamos pensar que no tenemos los recursos necesarios para hacerlo, sin embargo hoy Jesús, al invitar a sus discípulos a que no llevaran nada para el camino, nos hace ver que Dios mismo proveerá, no solo las necesidades materiales de los evangelizadores, sino incluso de todo aquello que hiciera falta para que el anuncio llegue a tocar los corazones. Lo único que requiere es nuestra disposición y generosidad con nuestro tiempo.
Escucha hoy con atención el llamado y el envío que Dios te hace a tí personalmente a participar en la conversión de tu casa, de tu oficina, de tu barrio, de tu propio ambiente. Trata y verás que no es difícil hablar del amor y la misericordia de Dios.
Y les dijo: "Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de ese lugar. Si en alguna parte no los reciben ni los escuchan, al abandonar ese lugar, sacúdanse el polvo de los pies, como una advertencia para ellos".
Los discípulos se fueron a predicar el arrepentimiento. Expulsaban a los demonios, ungían con aceite a los enfermos y los curaban.
Reflexión
El pasaje evangélico de hoy nos invita a reflexionar en nuestra participación a la extensión del Reino y en cómo ésta, en sí misma, trae la recompensa y el bienestar para aquellos que la realizan.
Es triste ver que hoy en día pocos hermanos dedican algo de su tiempo para la evangelización y por ello la vida evangélica no se desarrolla en nuestras comunidades.
Podríamos pensar que no tenemos los recursos necesarios para hacerlo, sin embargo hoy Jesús, al invitar a sus discípulos a que no llevaran nada para el camino, nos hace ver que Dios mismo proveerá, no solo las necesidades materiales de los evangelizadores, sino incluso de todo aquello que hiciera falta para que el anuncio llegue a tocar los corazones. Lo único que requiere es nuestra disposición y generosidad con nuestro tiempo.
Escucha hoy con atención el llamado y el envío que Dios te hace a tí personalmente a participar en la conversión de tu casa, de tu oficina, de tu barrio, de tu propio ambiente. Trata y verás que no es difícil hablar del amor y la misericordia de Dios.
miércoles, 3 de febrero de 2010
ORACION Y PROPOSITO DEL DIA
" Señor, hoy vengo a ti a suplicarte tu perdon. No mires mis pecados. Te pido que tu misericordia me acompañe durante toda mi vida. Quiero suplicarte en el momento de mi desgracia, que los problemas no me arrastren. Tú eres mi refugio, mi libertador, tu me libras del peligro. Amén".
Propósito del día
"Dejar de culparme y sentir que no merezco el amor del señor, y aceptar su perdón".
Propósito del día
"Dejar de culparme y sentir que no merezco el amor del señor, y aceptar su perdón".
Evangelio Miercoles 03-02-10, Marcos 6, 1-6
«Partió de allí y se fue a su cuidad, y le seguían sus discípulos. Llegado el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y muchos de los oyentes, admirados, decían: ¿De dónde sabe éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es la que se le ha dado y estos milagros que se hacen por sus manos? ¿No es éste el artesano, el hijo de María, y hermano de Santiago y de José y de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros? Y se escandalizaban de él.
Y les decía Jesús: No hay profeta menospreciado sino en su propia patria, entre sus parientes y en su casa. Y no podía hacer allí ningún milagro; solamente sanó a unos pocos enfermos imponiéndoles las manos. Y se asombraba por causa de la incredulidad de ellos.» (Marcos 6, 1-6)
Reflexión
I. «¿No es éste el artesano?» Jesús, en tu ciudad eres bien conocido: eres el artesano. En este oficio, que era el que te enseñó San José, te pasaste la mayor parte de tu vida: unos treinta años de vida corriente.
«Esta verdad, según la cual a través del trabajo el hombre participa en la obra de Dios mismo, su Creador, ha sido particularmente puesta de relieve por Jesucristo, aquel Jesús ante el que muchos de sus primeros oyentes en Nazaret permanecían estupefactos y decían: ¿De dónde le vienen a éste tales cosas, y qué sabiduría es ésta que le ha sido dada?...¿No es acaso el carpintero? (...) Esto era también el «evangelio del trabajo», pues el que lo proclamaba, él mismo era hombre del trabajo, del trabajo artesano al igual que José de Nazaret» (Juan Pablo II).
Jesús, tengo que aprender de Ti a vivir el evangelio del trabajo; por eso necesito verte en el taller de Nazaret, trabajando duramente, sudando para acabar un encargo: una puerta, una mesa, etc. Tú no dejarías un trabajo a mitad, o lo acabarías «deprisa y corriendo», o harías una chapuza para salir del paso. Te imagino excediéndote en esos trabajos para acabarlos con perfección, esmerándote en los detalles para servir mejor a tus conciudadanos. ¡Cuántos pequeños servicios tuyos pasarían inadvertidos! Eres Dios... sirviendo.
«El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir» (Mateo 20,28). Ahora, Jesús, desde tu presencia escondida en el Sagrario, me pides que te sustituya: que, a través de mi trabajo de cada día, aprenda a servir a los demás.
II. «Es hora de que los cristianos digamos muy alto que el trabajo es un don de Dios, y que no tiene ningún sentido dividir a los hombres en diversas categorías según los tipos de trabajo, considerando unas tareas más nobles que otras. El trabajo, todo trabajo, es testimonio de la dignidad del hombre, de su dominio sobre la creación. Es ocasión de desarrollo de la propia personalidad. Es vínculo de unión con los demás seres, fuente de recursos para sostener a la propia familia; medio de contribuir a la mejora de la sociedad, en la que se vive, y al progreso de toda la Humanidad» (Es Cristo que pasa.-47).
Jesús, Tú has hecho del trabajo una realidad santificante y santificadora, un medio para que mejore como persona y pueda ayudar a los demás a que mejoren. Ayúdame a entender con mayor profundidad su importancia: mis relaciones sociales, mis recursos económicos (y de los que dependan de mí) y hasta mi manera de ver la realidad, dependen del trabajo.
Mi vida y, por tanto, también mi santidad, gira en torno al trabajo. Pero el trabajo es un medio, no un fin. Un medio para servir a los demás y para servirte a Ti, Jesús. Si lo convierto en un fin, o en un medio para dominar o para demostrar, entonces ese trabajo no es obra de Dios, sino obra diabólica, porque me hace menos persona. En cambio, cuando se hace con amor y por amor, el trabajo se convierte en testimonio de vida cristiana, en «evangelio del trabajo».
Jesús, como propósito concreto quiero ofrecerte cada día mi trabajo; por la mañana, nada más levantarme, y muchas veces al día. Mis pensamientos, palabras y obras, mi vida entera, Señor te ofrezco a Ti, con amor.
Y les decía Jesús: No hay profeta menospreciado sino en su propia patria, entre sus parientes y en su casa. Y no podía hacer allí ningún milagro; solamente sanó a unos pocos enfermos imponiéndoles las manos. Y se asombraba por causa de la incredulidad de ellos.» (Marcos 6, 1-6)
Reflexión
I. «¿No es éste el artesano?» Jesús, en tu ciudad eres bien conocido: eres el artesano. En este oficio, que era el que te enseñó San José, te pasaste la mayor parte de tu vida: unos treinta años de vida corriente.
«Esta verdad, según la cual a través del trabajo el hombre participa en la obra de Dios mismo, su Creador, ha sido particularmente puesta de relieve por Jesucristo, aquel Jesús ante el que muchos de sus primeros oyentes en Nazaret permanecían estupefactos y decían: ¿De dónde le vienen a éste tales cosas, y qué sabiduría es ésta que le ha sido dada?...¿No es acaso el carpintero? (...) Esto era también el «evangelio del trabajo», pues el que lo proclamaba, él mismo era hombre del trabajo, del trabajo artesano al igual que José de Nazaret» (Juan Pablo II).
Jesús, tengo que aprender de Ti a vivir el evangelio del trabajo; por eso necesito verte en el taller de Nazaret, trabajando duramente, sudando para acabar un encargo: una puerta, una mesa, etc. Tú no dejarías un trabajo a mitad, o lo acabarías «deprisa y corriendo», o harías una chapuza para salir del paso. Te imagino excediéndote en esos trabajos para acabarlos con perfección, esmerándote en los detalles para servir mejor a tus conciudadanos. ¡Cuántos pequeños servicios tuyos pasarían inadvertidos! Eres Dios... sirviendo.
«El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir» (Mateo 20,28). Ahora, Jesús, desde tu presencia escondida en el Sagrario, me pides que te sustituya: que, a través de mi trabajo de cada día, aprenda a servir a los demás.
II. «Es hora de que los cristianos digamos muy alto que el trabajo es un don de Dios, y que no tiene ningún sentido dividir a los hombres en diversas categorías según los tipos de trabajo, considerando unas tareas más nobles que otras. El trabajo, todo trabajo, es testimonio de la dignidad del hombre, de su dominio sobre la creación. Es ocasión de desarrollo de la propia personalidad. Es vínculo de unión con los demás seres, fuente de recursos para sostener a la propia familia; medio de contribuir a la mejora de la sociedad, en la que se vive, y al progreso de toda la Humanidad» (Es Cristo que pasa.-47).
Jesús, Tú has hecho del trabajo una realidad santificante y santificadora, un medio para que mejore como persona y pueda ayudar a los demás a que mejoren. Ayúdame a entender con mayor profundidad su importancia: mis relaciones sociales, mis recursos económicos (y de los que dependan de mí) y hasta mi manera de ver la realidad, dependen del trabajo.
Mi vida y, por tanto, también mi santidad, gira en torno al trabajo. Pero el trabajo es un medio, no un fin. Un medio para servir a los demás y para servirte a Ti, Jesús. Si lo convierto en un fin, o en un medio para dominar o para demostrar, entonces ese trabajo no es obra de Dios, sino obra diabólica, porque me hace menos persona. En cambio, cuando se hace con amor y por amor, el trabajo se convierte en testimonio de vida cristiana, en «evangelio del trabajo».
Jesús, como propósito concreto quiero ofrecerte cada día mi trabajo; por la mañana, nada más levantarme, y muchas veces al día. Mis pensamientos, palabras y obras, mi vida entera, Señor te ofrezco a Ti, con amor.
martes, 2 de febrero de 2010
ORACION Y PROPOSITO DEL DIA
" Acompañanos señor en la tribulación. Acercate a nuestras realidades dolorosas consuelanos. Danosla certeza de que tu nos comprendes y vives de creca nuestras pruebas y tentaciones. Cubrenos con tu misericordia y fidelidad en los momentos de aflicción. Amén".
Propósito del día
"Invitar a Jesús a mis momentos de dolor porque él me entiende".
Propósito del día
"Invitar a Jesús a mis momentos de dolor porque él me entiende".
Evangelio Martes 2-2-10, Lucas 2, 22-40
Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.
Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:
"Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo,
según lo que me habías prometido,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
al que has preparado para bien de todos los pueblos;
luz que alumbra a las naciones
y gloria de tu pueblo, Israel".
El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: "Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma".
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones.
Ana se acercó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.
+ Reflexión
El evangelio de hoy nos muestra la importancia de nuestras visitas al templo. Fue precisamente en el templo en donde tanto Simeón como Ana tuvieron la gracia de encontrarse con "el Salvador".
Muchos hombres y mujeres han encontrado este mismo prodigio que ha cambiado toda su vida. La participación en la Eucaristía es importante, incluso vital para la vida espiritual. Por ello si tú sientes que no has tenido aún un encuentro personal con Jesús, o quisieras que éste fuera aún mayor y más profundo, como el de Simeón y de Ana, un buen lugar para tenerlo es en el templo. Jesús está siempre esperando en el Santísimo (Sagrario).
Ciertamente que el templo no es el único lugar para encontrarse con Dios, pero es el lugar en donde de manera especial Dios ha querido encontrarse con el hombre, podríamos decir que es el lugar privilegiado para la revelación de Dios al corazón del hombre. Si en tu ir y venir diario pasas cerca de una Iglesia, date tiempo para orar un rato ahí, muchas cosas en tu vida pueden cambiar.
Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:
"Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo,
según lo que me habías prometido,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
al que has preparado para bien de todos los pueblos;
luz que alumbra a las naciones
y gloria de tu pueblo, Israel".
El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: "Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma".
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones.
Ana se acercó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.
+ Reflexión
El evangelio de hoy nos muestra la importancia de nuestras visitas al templo. Fue precisamente en el templo en donde tanto Simeón como Ana tuvieron la gracia de encontrarse con "el Salvador".
Muchos hombres y mujeres han encontrado este mismo prodigio que ha cambiado toda su vida. La participación en la Eucaristía es importante, incluso vital para la vida espiritual. Por ello si tú sientes que no has tenido aún un encuentro personal con Jesús, o quisieras que éste fuera aún mayor y más profundo, como el de Simeón y de Ana, un buen lugar para tenerlo es en el templo. Jesús está siempre esperando en el Santísimo (Sagrario).
Ciertamente que el templo no es el único lugar para encontrarse con Dios, pero es el lugar en donde de manera especial Dios ha querido encontrarse con el hombre, podríamos decir que es el lugar privilegiado para la revelación de Dios al corazón del hombre. Si en tu ir y venir diario pasas cerca de una Iglesia, date tiempo para orar un rato ahí, muchas cosas en tu vida pueden cambiar.
lunes, 1 de febrero de 2010
Evangelio Lunes 1-2-10, Mc 5,1-20
En aquel tiempo, después de atravesar el lago de Genesaret, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó Jesús, vino corriendo desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo, que vivía en los sepulcros. Ya ni con cadenas podían sujetarlo; a veces habían intentado sujetarlo con argollas y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba las argollas; nadie tenía fuerzas para dominarlo. Se pasaba días y noches en los sepulcros o en el monte, gritando y golpeándose con piedras.
Cuando aquel hombre vio de lejos a Jesús, se echó a correr, vino a postrarse ante él y gritó a voz en cuello: “¿Qué quieres tú conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Te ruego por Dios que no me atormentes”.
Dijo esto porque Jesús le había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel hombre. Entonces le preguntó Jesús: “¿Cómo te llamas?” Le respondió: “Me llamo Legión, porque somos muchos”. Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había allí una gran piara de cerdos, que andaban comiendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaban a Jesús: “Déjanos salir de aquí para meternos en esos cerdos”. Y él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y todos los cerdos, unos dos mil, se precipitaron por el acantilado hacia el lago y se ahogaron.
Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y contaron lo sucedido, en el pueblo y en el campo. La gente fue a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al antes endemoniado, ahora en su sano juicio, sentado y vestido. Entonces tuvieron miedo. Y los que habían visto todo, les contaron lo que le había ocurrido al endemoniado y lo de los cerdos. Ellos comenzaron a rogarle a Jesús que se marchara de su comarca.
Mientras Jesús se embarcaba, el endemoniado le suplicaba que lo admitiera en su compañía, pero él no se lo permitió y le dijo: “Vete a tu casa a vivir con tu familia y cuéntales lo misericordioso que ha sido el Señor contigo”. Y aquel hombre se alejó de ahí y se puso a proclamar por la región de Decápolis lo que Jesús había hecho por él. Y todos los que lo oían se admiraban.
Reflexión
Hoy encontramos un fragmento del Evangelio que puede provocar la sonrisa a más de uno. Imaginarse unos dos mil puercos precipitándose monte abajo, no deja de ser una imagen un poco cómica. Pero la verdad es que a aquellos porqueros no les hizo ninguna gracia, se enfadaron mucho y le pidieron a Jesús que se marchara de su territorio.
La actitud de los porqueros, aunque humanamente podría parecer lógica, no deja de ser francamente recriminable: preferirían haber salvado sus cerdos antes que la curación del endemoniado. Es decir, antes los bienes materiales, que nos proporcionan dinero y bienestar, que la vida en dignidad de un hombre que no es de los “nuestros”. Porque el que estaba poseído por un espíritu maligno sólo era una persona que «siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras» (Mc 5,5).
Nosotros tenemos muchas veces este peligro de aferrarnos a aquello que es nuestro, y desesperarnos cuando perdemos aquello que sólo es material. Así, por ejemplo, el campesino se desespera cuando pierde una cosecha incluso cuando la tiene asegurada, o el jugador de bolsa hace lo mismo cuando sus acciones pierden parte de su valor. En cambio, muy pocos se desesperan viendo el hambre o la precariedad de tantos seres humanos, algunos de los cuales viven a nuestro lado.
Jesús siempre puso por delante a las personas, incluso antes que las leyes y los poderosos de su tiempo. Pero nosotros, demasiadas veces, pensamos sólo en nosotros mismos y en aquello que creemos que nos procura felicidad, aunque el egoísmo nunca trae felicidad. Como diría el obispo brasileño Helder Cámara: «El egoísmo es la fuente más infalible de infelicidad para uno mismo y para los que le rodean».
Cuando aquel hombre vio de lejos a Jesús, se echó a correr, vino a postrarse ante él y gritó a voz en cuello: “¿Qué quieres tú conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Te ruego por Dios que no me atormentes”.
Dijo esto porque Jesús le había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel hombre. Entonces le preguntó Jesús: “¿Cómo te llamas?” Le respondió: “Me llamo Legión, porque somos muchos”. Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había allí una gran piara de cerdos, que andaban comiendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaban a Jesús: “Déjanos salir de aquí para meternos en esos cerdos”. Y él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y todos los cerdos, unos dos mil, se precipitaron por el acantilado hacia el lago y se ahogaron.
Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y contaron lo sucedido, en el pueblo y en el campo. La gente fue a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al antes endemoniado, ahora en su sano juicio, sentado y vestido. Entonces tuvieron miedo. Y los que habían visto todo, les contaron lo que le había ocurrido al endemoniado y lo de los cerdos. Ellos comenzaron a rogarle a Jesús que se marchara de su comarca.
Mientras Jesús se embarcaba, el endemoniado le suplicaba que lo admitiera en su compañía, pero él no se lo permitió y le dijo: “Vete a tu casa a vivir con tu familia y cuéntales lo misericordioso que ha sido el Señor contigo”. Y aquel hombre se alejó de ahí y se puso a proclamar por la región de Decápolis lo que Jesús había hecho por él. Y todos los que lo oían se admiraban.
Reflexión
Hoy encontramos un fragmento del Evangelio que puede provocar la sonrisa a más de uno. Imaginarse unos dos mil puercos precipitándose monte abajo, no deja de ser una imagen un poco cómica. Pero la verdad es que a aquellos porqueros no les hizo ninguna gracia, se enfadaron mucho y le pidieron a Jesús que se marchara de su territorio.
La actitud de los porqueros, aunque humanamente podría parecer lógica, no deja de ser francamente recriminable: preferirían haber salvado sus cerdos antes que la curación del endemoniado. Es decir, antes los bienes materiales, que nos proporcionan dinero y bienestar, que la vida en dignidad de un hombre que no es de los “nuestros”. Porque el que estaba poseído por un espíritu maligno sólo era una persona que «siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras» (Mc 5,5).
Nosotros tenemos muchas veces este peligro de aferrarnos a aquello que es nuestro, y desesperarnos cuando perdemos aquello que sólo es material. Así, por ejemplo, el campesino se desespera cuando pierde una cosecha incluso cuando la tiene asegurada, o el jugador de bolsa hace lo mismo cuando sus acciones pierden parte de su valor. En cambio, muy pocos se desesperan viendo el hambre o la precariedad de tantos seres humanos, algunos de los cuales viven a nuestro lado.
Jesús siempre puso por delante a las personas, incluso antes que las leyes y los poderosos de su tiempo. Pero nosotros, demasiadas veces, pensamos sólo en nosotros mismos y en aquello que creemos que nos procura felicidad, aunque el egoísmo nunca trae felicidad. Como diría el obispo brasileño Helder Cámara: «El egoísmo es la fuente más infalible de infelicidad para uno mismo y para los que le rodean».
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